domingo, 30 de mayo de 2010

Libro de Juan: El vajero de los Mundos PGN. 244


PGN. 244

Me senté a su lado le deslice el brazo por encima del hombro
Con un gesto brusco me lo aparto –¿porque lo haces? -dije,
Solo queremos ayudarte, por favor pajarillo –yo no soy tu paja-
rillo, -dijo llorando desconsoladamente –yo no significo nada
Para ti, vete, déjame, dejameee…. Déjame en paz de una vez..
Dejadme en paz todos yo solo quiero morirme, esta vida solo
me causa sufrimiento. Akka tus palabras me hieren déjame a-
yudarte. Nooo… nooo, tu no me puedes ayudar, no me quieres
Ayudar, siempre estas lejos., como esta tarde. No quisiste que
fuera contigo y antes, al medio dia ellas no quisieron llevarme
tampoco. Soy una inútil nadie…nadie… me soporta, Dios mío.
Akka no digas eso. Yo… siento si he herido tus sentimientos por
Favor perdóname y ha ella también, nunca haríamos nada que
Pudiera dañarte. Vamos cuéntame. Hizo un gesto de negación
con la cabeza. –ya entiendo dije no me contaras lo de la pesa-
dilla que has tenido –dije al mismo tiempo que intentaba re-
incorporarme –discúlpame -le dije con un tono de voz casi ina-
udible creo que nuestra presencia te hace sentirte angustiada
y por nada en el mundo desearía eso.
En un impulso se me abrazo a la cintura undiendo la cabeza
en mi pecho -Por favor –dijo no me hagas caso yo…yo no se
lo que me pasa ¿porque me he pronunciado de esta forma
tan descarada? Pero no siento lo que digo yo te quiero., sepa-
ro la cabeza bruscamente de mi. Contemplo unos segundos
a Pirkko que se hallaba frente a la ventana, mirando hacia fue-
ra, corrió hacia ella y las dos se fundieron en un abra-
zo. Siento mucho –dijo… sé que no basta con decir lo siento…
Soy… Tu eres una chica normal, eres mi niña y te quiero, te
quiero con todas las fuerzas de mi corazón. Oh… he herido
tus sentimientos. Basta ya mi amor, vamos a dormir, Onni se
quedara esta noche aquí en tu cama. Pero yo quiero explica-
ros lo que he visto en esa pesadilla ¿qué te parece mi amor
si lo dejamos para mañana? es muy tarde, estamos todos can-
sados. Ella me miro, yo asentí –será mejor -dije, ella asintió
con un gesto de alivio.
Abrazadas las dos se dirigieron hacia la puerta ella se detuvo
bruscamente y corrió hacia mi abrazándome por la cintura y
hundiendo nuevamente la cabeza en mi pecho -buenas no-
ches –dijo. Gracias, eres una bendición siempre estás ahí en
los momentos más difíciles, te quiero. Iba a responderle pero
ya me había soltado y corría hacia la puerta, feliz y despreo
cupada.

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